Enrique Castillo es el investigador galardonado con el Premio Nacional de Investigación 2010 en Ingenierías “Torres Quevedo”, convocado por el Ministerio Ciencia e Innovación, en reconocimiento por su contribución a los campos de la estadística de valores extremos y de la fiabilidad.
Este ingeniero civil, profesor e investigador es una de las mayores autoridades mundiales en el campo de la estadística de valores extremos de distribuciones continuas y seguridad de construcciones. Pero no sólo cuenta con el reconocimiento internacional de la comunidad científica, por sus trabajos en el área de la Matemática aplicada a la Ingeniería. Muchas personas de países en vías de desarrollo saben también muy bien quién es: han sido beneficiadas por su trabajo desinteresado en proyectos de educación y de infraestructuras básicas o agricultura en una docena de países de Sudamérica y de África.
Castillo combina su dedicación a la ciencia con la involucración por mejorar la realidad de esas naciones donde “no hay agua, no hay luz”, donde las mujeres “tienen que caminar horas para ir a buscar agua”, donde “no hay carreteras asfaltadas y si hay alguna, está llena de baches”, señala. Esta implicación le llevó a destinar los 100.000 euros de este Premio Nacional en Ingenierías, a la realización de iniciativas de desarrollo en África, concretamente en las comunidades de Benín y Togo.
Este dinero se repartió de la siguiente manera: 80.000 euros a la adquisición de 159 motos-taxi para familias con problemas económicos y los 20.000 restantes se distribuirán en microcréditos para grupos de mujeres, la mitad en Porto Novo (Benín) y la otra mitad en Sinkassé (Togo). “En un principio, pensé en donar el dinero en educación, en un curso de formación profesional, pero tardaba tres años y era muy caro. Así que me planteé cuál era la mejor posibilidad de dar trabajo rápido, de la noche a la mañana, y vi que la mejor opción era la moto-taxi”, explica este científico, que se entusiasma hablando de iniciativas posibles en esos países tan lejanos y diferentes, que nada tienen que ver con un país como España, “donde se derrocha el dinero” y allí “con 100 euros puede u vivir na familia de por vida”, a través de algún proyecto como la compra y venta de productos de bajo coste como frutas o verduras.
Este miembro electo de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales ha meditado el destino de este dinero, junto a su esposa, quien en ocasiones le acompaña a algún viaje a África, “pero pocas veces, porque preferimos que el dinero del billete de avión se invierta allí”, asegura, detallando que para realizar esta inversión ha sido asesorado por los Salesianos, que cuentan con muchas comunidades de trabajo en África. “Se ha creado una comisión y se seleccionarán las personas más necesitadas, de forma que durante un año y medio esas 160 personas a las que se les ha facetado una moto-taxi, puedan devolver el dinero y así crear otros puestos de trabajo en el futuro”, explica este académico, que detalla que con este sistema cada año se podrán poner en uso el doble de motos. “Es un sistema sostenible, porque a mí no me gustan los subsidios, apuesto por el desarrollo, que garantice el futuro, creando empleos”.
Este proyecto implicará un cambio en estas poblaciones de Beni y de Togo, que este catedrático visitó a principios del pasado mes de diciembre, acompañado por su amigo José María Menéndez, catedrático de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Castilla-La Mancha, quedando impresionado de ver la miseria en la que viven, sin posibilidades, sin medios. “Las personas no pueden arrancar por sí mismas”, porque necesitan dinero, pero es cierto que en los países africanos es “dónde mejor funcionan los microcréditos, porque con poco dinero se consigue mucho, con 100 euros una familia puede vivir de por vida, comprando al por mayor productos agrícolas y vendiéndolos, puede garantizar su supervivencia y sacara adelante a sus hijos”.
Este científico de la Universidad de Cantabria, fue investido en enero Doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha, cree que “donde hay transporte hay desarrollo”, de ahí que con una moto-taxi, por ejemplo, un pequeño agricultor de Beni podrá llevar sus productos a la ciudad para venderlos y generar una entrada de dinero para toda su familia.
Este proyecto puede mejorar su alimentación, y también ayudar a las mujeres a abastecerse de agua, evitando que anden diariamente caminatas de 9 o 10 kilómetros con el niño a cuestas, descalzas…Las motos-taxi también pueden servir para el transporte de personas de comunidades alejadas de las ciudades, logrando que puedan trabajar en las urbes“, asegura Enrique Castillo, que confiesa que al principio pensó en camiones como medio de transporte, pero el coste era excesivo: unos 20.000 o 30.000 euros, a diferencia de los 500 euros que cuesta una moto-taxi.
Este científico de la Real Academia de Ingeniería emana humanidad y cuando se le pregunta que por qué cree que hay pocas personas del mundo de la investigación implicadas en temas de cooperación, asegura que es por “por desconocimiento, porque sí hay gente sensible”, pero lo que ocurre es que no conoce estas realidades. “No es lo mismo verlas por la televisión que estando allí, con ellos”, concreta, recordando cómo hace unos meses le impresionó conocer a niños en situación de calle en Benín, en una casa de acogida de Salesianos, “me encantaba hacerles juegos con las manos, disfrutaban mucho”.
Toda esta inclinación social está ocupando gran parte de la vida de este académico, que ha sabido trasladar esta pasión a la Real Academia de Ingeniería, donde coordina un entusiasta grupo de trabajo sobre “Ingeniería y Desarrollo”, compuesto por académicos que desean aplicar la ingeniería actual a soluciones viables, tanto económica como tecnológicamente, a problemas técnicos que impiden el avance de las poblaciones atrasadas en cuestiones básicas como agua, energía, agricultura, minería o educación.
“Estamos diseñando estrategias para colaborar con estas poblaciones. De momento hemos creado un centro de formación en Andalucía, para que los cooperantes tengan conocimientos básicos sobre cuestiones como montar una instalación eléctrica, hacer un pozo y una vez en el terreno poder capacitar a las personas que allí viven”, señala Castillo, que desde principios de los años 90 está muy involucrado con la aplicación de sus conocimientos de ingeniería para mejorar la vida de comunidades en países en vías de desarrollo.
Desde hace más de una década su dedicación hacia el terreno social es continua. A principios de los años 90 puso en marcha un programa itinerante de maestrías de Ingeniería en Universidades Latinoamericanas como Argentina o Paraguay, al tiempo que a lo largo de todos estos años ha impartido cursos de formación técnica en Cuba, Bolivia, Chile o Perú.
En la actualidad, está impulsando proyectos en África en colaboración con entidades religiosas y financiados por instituciones como el Ayuntamiento de Santander como son casas de acogida para niños en situación de calle o la reconstrucción de puentes, intransitables a consecuencia de “las inundaciones que azotan Benin o Togo, durante tres meses al año, mientras el resto del tiempo están en sequía”. Y no acaba aquí su implicación, cuando se le pregunta si es aplicable su investigación en países en vías de desarrollo, asegura que su trabajo científico en la Universidad de Cantabria no están diseñado para aplicarse al Tercer Mundo, pero luego, pensando, se acuerda de que sí, que en su tiempo libre, sí ha diseñado programas informáticos de gran utilidad para estos países, como es un programa que permite realizar un mapa topográfico, “que da información sobre el terreno, algo muy útil para realizar cualquier obra”.
También desde la Real Academia, desde el grupo “Ingeniería y Desarrollo” que dirige, ha puesto en marcha un programa informático para hacer planos y calcular costes en proyectos como la construcción de puentes, sistemas de riego o abastecimiento de agua potable. Y esta acción social, esta empatía hacia las personas más vulnerables, también la ha ejercido Enrique Castillo en España, donde por ejemplo estuvo dando clases de informática en cárceles, como la de El Dueso (Cantabria), “los presos me cogieron mucho cariño. Tengo anécdotas como que una vez un preso se escapó y quiso venir a verme”, puntualiza este académico, que asegura que ha escrito muchas publicaciones científicas, pero “le queda pendiente” escribir un libro sobre su vida, para compartir muchas experiencias vividas en más de una docena de países en los que ha realizado acción social con proyectos o cursos.
Me entusiasma que mi profesora me haya dirijido esta web. Esta extraordinaria. No se pelo! que sigas bien!
Gracias por comentarios… Deseo actualizar el blog hace un tiempito que no subo contenido…
abrazos