“Estamos controlados por el componente emocional, al igual que hace 50.000 años”, declaró Stanley Cohen, galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1986 junto con Rita Levi-Montalcini, con quien trabajó conjuntamente y descubrió que las células sólo comienzan a reproducirse cuando reciben la orden de hacerlo, orden que es trasmitida por unas sustancias llamadas factores de crecimiento.
Ese componente emocional al que se refería Cohen enlaza con esa emoción básica sobradamente conocida por todos: el miedo, que en una fase extrema puede llegar a bloquearnos, combinándose con cuadros de ansiedad, estrés, fobias, paranoias…
”Estoy completamente de acuerdo con Cohen. Siempre estaremos controlados por el componente emocional, porque nosotros no controlamos ese componente, que funciona a través del sistema límbico. Lo que está evolucionando es nuestro córtex cerebral, porque somos personas seguramente con más conexiones neuronales que hace un millón de años. Es posible que el intercambio entre el celebro derecho e izquierdo sea ahora mucho mejor, más fluido. Pero todo esto es córtex cerebral, el sistema límbico sigue igual desde el principio de la evolución de los mamíferos”, asegura el psicólogo Luis Muiño.
Este experto cree que el miedo ha permitido a la raza humana la supervivencia, pero que si bien en pequeñas dosis es positiva, si es el temor es muy acusado puede llegar a paralizar la conducta humana. “El miedo se activa al mirar a los demás y no es necesario que sea real. Si los demás sienten miedo, yo también lo experimentaré. La gente tiene mucho miedo a la inseguridad ciudadana, por ejemplo, aunque a veces sea muy improbable. Si el miedo llega a ser paralizante nos elimina la posibilidad de vivir, porque una persona paralizada por el miedo, necesitaría tener todo controlado antes de salir de casa”, detalla este experto en Psicoterapia Transcultural de la Asociación Española de Estudios Migratorios y Psicología Transcultural.
Individualismo y miedo
Cuatro tipos de miedos serán los que más abundarán en la sociedad individualista propia de las ciudades desarrolladas del siglo XXI, según predice Muiño, que mantiene que el miedo a la soledad será muy acusado, porque “los mamíferos no funcionamos bien solos”, y buscamos relaciones consistentes, de ahí que si la sociedad es más individual, “hay más adicción al amor y se nos hace difícil romper con relaciones que nos perjudican”. Otro miedos es la falta de sentido vital, “con el desarrollo, tenemos muchas opciones y hay tendencia a perder el sentido vital”. Algo diferente ocurre en países subdesarrollados, donde el objetivo es el de sobrevivir, “algo que evita que le den vueltas a la cabeza”, porque tanto el ser humano como “cualquier ser vivo con córtex necesita un sentido vital, centrarse en una finalidad”.
Los otros miedos que se incrementarán en el futuro, según este psicólogo, se dirigen hacia la muerte, ya que “vivimos en una sociedad que vive alejada de la realidad de la muerte, con el peligro de que pueda volverse un tabú”; y también tenemos miedo a la libertad. Cada vez es más dificil que las personas se muestren tal como son, sentirse libres delante del resto de personas, “tenemos una excesiva necesidad de control interno, que nos hace temer la espontaneidad.Cada vez nos cuesta más ser nosotros mismos”.
El miedo se somatiza, es una emoción estrechamente relacionada con la salud. La somatización más puntual es el estrés postraumático, que es un estado de hiperactivación después de una situación de miedo. Se trata de un temor “muy intenso, pero que dura poco, al cabo de seis meses de tratamiento psicológico, las personas ya no lo sufren. Peor es el miedo de quien lo padece pero no lo manifiesta hacia fuera. Un ejemplo sería el ejecutivo clásico que va acumulando estrés diario y situaciones de incertidumbre, en las que se juega mucho, pero no puede manifestar ese miedo. Por eso, el miedo se alberga en el sistema nervioso autónomo, y ocasiona continuamente interrupciones de la digestión, por lo que genera una úlcera de estómago. La somatización es idiosincrásica. Nadie se produce nada, sólo aumenta la probabilidad de una enfermedad, porque el sistema inmunológico está más indefenso”.
Autor: Rosa Castro. Publicado en Aragón Investiga