Doce abogados trabajan para que los criminales del planeta sean procesados por ecocidio ante la Corte Penal Internacional

Un bombero que extremó sus fuerzas, contempla envuelto en una infinita tristeza, cómo las llamas consumen el bosque. Foto: Claudia Belaunde FBSC

“Destrucción del medio ambiente, en especial de forma intencionada”. Es así como define el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) el término “ecocidio”; una realidad cada vez más frecuente en muchos países, como Bolivia, con incendios que están devorando siete Áreas Protegidas de Santa Cruz, Bolivia, y dejando una estela de muerte en la biodiversidad y pueblos indígenas que temen que se repita la catástrofe ambiental de 2019, cuando se quemaron casi seis millones de hectáreas en todo el país sudamericano y que mataron a cinco millones de mamíferos y a cientos de miles de otras especies.

Pero aquel ecocidio de 2019 no ha tenido consecuencias legales para los autores. Esta impunidad impulsa y pone mecha para que prosigan cada día los chaqueos que son la quema de bosques para hacer de esas extensiones de masa forestal tierras para una agricultura muchas veces infértil, pues no es el terreno adecuado para la siembra de producción agrícola, o bien para uso como pasto de millones de cabezas de ganado. Parece no importar esa destrucción, si por medio hay unos intereses y una ganancia económica. Otras veces, esos daños medioambientales vienen por el uso del mercurio para que la tierra reviente y pueda dar lugar a la minería. Ese mercurio se convierte en altamente tóxico para la naturaleza y para los seres humanos. Así demuestran investigaciones en la zona de la reserva natural de Madidi, que reflejan cómo los peces ya no son comestibles porque provocan enfermedades a los habitantes de comunidades que antaño vivían de la pesca.

Lee mi artículo completo que escribí para Nómadas

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