Poemas de vida

Baile de dientes

Duele, algo duele. No tiene forma, pero se siente

Un castañeo de dientes inconsciente lo avanza, lo presenta, cuando más duele: en las noches.

Ahí se siente ese vacío, esa soledad que extraña el amor.

Y llega el sol de la mañana y en dura batalla la vence y arroja a un lado,

dispuesto a emprender un nuevo día, con valentía y esperanza.

 

Te amaré

Te amaré aunque me pese. Te amaré aunque sea sólo tu recuerdo.

Me dicen que te olvide, que ya es pasado, que es hora de emprender nuevos vuelos.

Pero todavía mi cuerpo, mi alma te acogen y me es difícil soltar.

Sigues estando presente porque tu forma de amar no la hallo en otros brazos.

No encuentro tu dulzura, tu sonrisa, tu humor, tu piel.

Me cansa esta maldita búsqueda que no tiene resultados.

Me agota. Me pesa todavía más el dolor por haberte perdido.

Todo por la cobardía de no saber soltarme, de no saber volar.

Te conocí cuando no sabía volar, cuando el miedo me pesaba como plomo e impedía que ni con la imaginación emprendiera vuelo.

Ahora es tarde. Años han pasado. Y te busco y sólo te encuentro segundos o minutos digitales.  Me dices que ya es tarde, que somos distintos, que ya no tiene sentido apostar por este amor.

Y me duelen tus palabras. Disfrazo esa frustración de amistad y de toques de humor. Pero sigues estando dentro de mi ser…

Sólo me salva el consuelo de haberte conocido y sentirme amada

Miedo

Viene de lejos.

Es un dolor antiguo que balancea el estado de ánimo.

Te pongo a ti como excusa.

Pero el dolor ya estaba antes que aparecieras.

Te sitúo a ti en el blanco.

Pero no es cierto que lo hayas causado tú.

Simplemente has abierto una herida antigua.

Reacciono fríamente, controlando mis sentimientos.

El orgullo se apodera de mis palabras, comportamientos.

No te muestro que me estás hiriendo.

No te desvelo mi vulnerabilidad, mi desconcierto, mi miedo.

No deseo que sepas que estás con alguien con huecos, con heridas.

Creo que eres tú el causante del dolor.

Soy injusta. No lo eres.

Pero tu cercanía y lo que siento por ti me tocan esas heridas.

Me pongo a la defensiva. Siento que me lastimes.

Y ese miedo acaba de verás enfriando todo.

Matando el amor, la vida.

El miedo a no sufrir acaba matando todo.

Es una enfermedad que tiene cura.

Y en esa cura estoy al tiempo que te sigo buscando.

Madre

Me miras agachadita en una esquina

Tu seno tiene un moretón

El frío y la noche no te vencen

Un bebé succiona de tu pecho.

Tu mirada choca con la mía.

Te sonrío dulce.

Aprecio el tesoro que tienes entre tus manos.

Me sonríes en complicidad.

Ambas sabemos con esa mirada lo que sentimos.

Yo admiro tu coraje de madre, de lucha.

Me despiertas ese deseo tan grande de ser madre,

De dar a luz, de dar la vida por otra vida.

Agachadita te veo.

No veo tu pobreza sino tu poder.

Por eso me sonríes, orgullosa.

Eres feliz, madre, dando alimento de tu pecho.

Ajena a todo.

Chispitas

Escribo y contestas.

Luz verde

Sigues interesado.

Me preguntas a qué huelo, que si huelo a flores o frutas.

Me preguntas cómo conquistar mi corazón.

Me aseguras que sabes lo que dicen mis ojos.

Me desnudas el alma y el cuerpo.

Al leerte se me van las nostalgias.

Al ilusionarme con encontrarme contigo,

Parece que vuelo, que fluyo.

Siento chispitas en el alma.

Vuelvo a tener 15 años,

Ingenua y feliz.

¿Será que eres tú?

¿Será que me vas a enamorar?

Esta entrada ha sido publicada en Poemas y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *