Pìldoras para no dormir y entender la ciencia

El periodista Enrique Fuentes me ha pedido que escriba el prólogo para su libro “Píldoras para no dormir”. Mientras lo escribo estoy en Bolivia, un país que es el segundo más pobre de América Latina, tras Haití, y donde hay la mejor de las materias primas: una población joven.  Hay niños que viven en la calle, pero también adolescentes que tratan de luchar por conseguir una plaza en alguna de las universidades públicas del país, mientras otros podrán costearse sin problemas estudios privados. Para todos ellos y para los que tienen interés por el conocimiento, por imaginar otros mundos posibles, lejos de la violencia y miseria, es importante que se trasmita ese amor por la ciencia, por el saber.

El Viceministerio de Ciencia y Tecnología de Bolivia es el organismo dependiente del Ministerio Educación, responsable de la planificación y apoyo al desarrollo de las actividades de ciencia, tecnología e innovación del país. Ha puesto de manifiesto la necesidad de divulgar y la falta de mecanismos de divulgación científica bolivianos.

Esto dificulta que la investigación que se realiza en Bolivia sea desconocida en el  ámbito internacional y nacional, incluso dentro de la propia comunidad científica, según aseguran los propios científicos y periodistas. De ahí la importancia de suplementos de ciencia, de noticias de ciencia y tecnología, que no sean sólo de agencias de noticias internacionales, que estén redactadas desde Bolivia, para llegar más fácilmente a la población.

Obras como “Píldoras para no dormir”, al estar incluidas en Internet, podrán llegar a miles de personas de todo el mundo, venciendo así obstáculos y llegando al target para el que están pensadas: mentes despiertas.

Sacudir la mente

Píldoras para no dormir nos invita a sacudir nuestra mente a lo largo de cada uno de sus capítulos. Nos facilita volar o hacer una inmersión en la belleza de los mundos científicos, que vamos descubriendo a lo largo del viaje emprendido de la mano de Fernando Fuentes, en el que ni siquiera podremos echar una cabezadita de sueño, porque consigue que nos sorprendamos, que estemos expectantes de llegar al final de cada historia.

Con su pluma, sus conocimientos y un estilo que facilita la lectura, el autor evita los tecnicismos y apuesta por un lenguaje sencillo. En algunas ocasiones, uno se siente como niño que escucha un cuento que lo lleva a tierras lejanas como el Antiguo Egipto o lo embarca en viajes junto a Cristóbal Colon o  Charles Darwin. Cualquier persona de cultura media puede entender estos relatos, que son ejemplo claro de una buena divulgación científica: la sencillez va unida a la rigurosidad científica.

El autor escoge cuidadosamente los temas que desea trasladarnos, que están centrados en las grandes reflexiones actuales: el futuro del planeta con el cambio climático, las altas concentraciones de CO2 atmosférico o calentamiento global; el avance de la nanotecnología;  las esperanzas el poder regenerador de las células madre en determinadas enfermedades; o el nuevo robot  que explorará Marte en el año 2012, bautizado por una niña como Curiosity.

Al remarcar la importancia de los viajes espaciales, que constatan la presencia de átomos de hidrogeno o de moléculas de agua (H2O) en la Luna, el planeta Marte o en un satélite de Saturno llamado Encelado, este autor desea recordar las palabras del conocido divulgador del cosmos, Carl Sagan: “Hemos hecho un trabajo tan pésimo en lo que respecta a administrar nuestro planeta que deberíamos tener mucho cuidado antes de tratar de administrar otros”.

Cuidado del planeta

Fernando Fuentes apela a esa necesidad que tiene el ser humano de saber cuidar su planeta, lanzando un mensaje de alarma y entre los ejemplos que elige figura el del Mar Mediterráneo: un punto caliente de biodiversidad en el planeta. Los investigadores advierten de la alarma de factores que ponen en peligro su vida: la cantidad de basura liberada por los buques mercantes que incesantemente recorren el mar; la modificación de las costas, la polución de numerosos ríos que desembocan en el mar; la sobreexplotación de recursos pesqueros y la invasión de especies alienígenas.

El autor también desea dirigir nuestra curiosidad a descubrir el origen de sustancias de uso tan cotidiano como el tabaco, que  nació entre el año 5000 y 3000 a.C. en una zona andina ubicada entre Perú y Ecuador, contando curiosidades como que el Papa Inocencio XII excomulgaba a quien fumaba, situación que cambió drásticamente con los años hasta llegar incluso a ser recetado por los médicos. En la actualidad los expertos estiman que causara en el 2020 unos 10 millones de personas morirán anualmente.

En el tema de la investigación biomédica esta obra apela y lanza un grito de indignación a cómo en pleno siglo XXI están emergiendo y siguen sin cura enfermedades asociadas a la pobreza como el mal de Chagas, la lepra y el tracoma.  América, India y Nepal y África son, respectivamente, los emplazamientos donde campa a sus anchas el agente vector o insecto que provoca estas patologías, que el caso del Chagas ya cuenta con más de 100 años desde su descubrimiento por el médico brasileño Carlos Chagas.

Enfermedades y virus

En este mundo globalizado, los virus viajan sin pasaporte. Pero en el tercer mundo no solo hay enfermedades que condenan a la población más vulnerable, también se han registrado practicas denunciadas por organizaciones como Human Rights Watch:  investigaciones que han empleado cobayas humanas en países como Indonesia, donde la policía tomó a la fuerza a personas drogadictas para recluirlas durante diez días y someterlas a un experimento de una empresa farmacéutica que aseguraba que un medicamento, llamado Bong Sen, consistente en mezcla de hiervas con efectos sedantes y laxantes, era eficaz de rehabilitarlas de esta adicción. Pero no había apenas ningún estudio previo fiable sobre esta  validez.

Esta es una de las historias que cuenta Fernando Fuentes, de la mano de Pham, un joven camboyano. Pero en este prologo no voy a desvelar los relatos que el autor ha ido trazando como un artesano, para despertar la curiosidad y demostrar que un divulgador científico tiene un gran reto social, como un aprendiz de Prometeo: bajar la luz de los científicos al vulgo del pueblo.  Para que comprendamos este oficio tan necesario, nos lo explica previamente, citando que es de valientes tratar de acercar el saber científico al pueblo. Hay que lidiar con la desconfianza de muchos científicos que temen que se banalicen o malinterpreten sus resultados o conocimientos; y por otro lado con la sociedad temerosa de que no le faciliten esa traducción en campos tan incipientes como el nanotecnológico o el fascinante mundo de la materia oscura.

La serendipia, una palabra que todavía no está incluida en el diccionario de la Real Academia de Lengua Española, nos hace comprender cómo el científico llega a lograr en muchos casos a descubrir hallazgos por accidente y azar, cuando estaba buscando otra cosa. Este acercamiento al mundo cotidiano del investigador nos lo recuerda Fernando Fuentes con la anécdota de cómo Fleming llegó a descubrir la penincilia. Mientras estudiaba placas con gérmenesm, se contaminaron con un hongo, más tarde identificado como Penicillium Notatum, quien en definitiva fue el encargado de generar la destrucción de los microorganismos.

Grupo de investigación en Aragón.

Pero «En los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada», según el químico francés Louis Pasteur. Lo mismo ocurre con este libro que no es fruto de la casualidad, el autor ha trabajado a fondo, haciendo un repaso de las principales figuras de la historia de la ciencia, como Charles Darwin, padre de la biología evolutiva, y también de grandes divulgadores. Todo ello anclado en preocupaciones que mueven a la sociedad como si será posible alargar más la vida gracias a regenerar órganos mediante los avances imparables de la medicina regenerativa.

Divulgación científica en España

En España la realidad de la divulgación científica ha mejorado en los últimos años, la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (FECYT) ha impulsado y financiado proyectos de divulgación, como  la agencia de noticias SINC.

Es realmente muy de agradecer el apoyo de gobiernos autónomos a proyectos de divulgación de ciencia. En el caso que mí me ocupa, en Aragón, he tenido la fortuna de dirigir durante 10 años el proyecto Aragón Investiga: perteneciente al Departamento de Innovación y Nuevas tecnologías del Gobierno de Aragón, con apoyo de la CAI. Se compone de una web y de espacios en suplementos de ciencia de los principales periódicos españoles, así como en espacios radiofónicos. La misión es trasladar la pasión por la ciencia de la mano de los expertos que todos ellos tienen algo en común: su amor a lo que hacen.  Fomentar vocaciones y adentrar a la mente en laberintos dominados por la imaginación y las ganas de superar barreras, son los fines.